Crónica: Puce Mary/Kali Malone/Hidhawk en Nett Nett

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Gracias a Borderlandnoise, tuvimos la oportunidad de presenciar a tres grandes figuras del ámbito experimental, noise y drone

Era una noche bastante cálida y a pesar de que Nett Nett -recinto en donde se llevó a cabo este evento- contaba con ventilación suficiente, poco a poco el calor humano fue ganando presencia hasta sofocar el ambiente, como la estática que afecta a una imagen en el televisor hasta que la señal se pierde por completo. Este efecto resultó muy ad hoc con la ocasión, ya que cada una de las solistas que se presentaron tienen como punto de encuentro su afinidad por afectar el ambiente con las vibraciones de cada uno de los choques de frecuencia que generan, hasta crear una biosfera, donde la atonalidad, el ruido y las notas prolongadas conviven en armonía, pero al mismo tiempo muestran los colmillos a quien se decida entrar y quedarse. 

Cada uno de los sets fue un ritual sonoro en el que se representaron tres instancias de la psique; Hidhawk presentó el lado más "juguetón" con su intervención de una canción en vivo; Kali Malone representó la faceta más paciente y estratégica con sus notas extendidas que tomaban su tiempo para evolucionar. 
El público -al menos esa parte que estuvo atenta- se encontraba en un estado de trance; fue una experiencia introspectiva, y como tal, también contó con momentos de confrontación, pues es inevitable explorar el interior sin toparse con los demonios que rondan la zona abisal de la psique. Con cada perilla que giraba y cada botón que sucumbía ante la pesadez de sus manos, Puce Mary se encargó de invocar a dichos demonios, al desatar su energía visceral que hizo retumbar todo el lugar. 
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I. De música deforme
La cita fue a las 10:00pm, y el evento se tomó su tiempo en dar inicio aunque no se sintió que fuera por mala organización. La audiencia fue llegando progresivamente; cada partícipe de este ritual fue presentándose uno a uno, y debido a esto, la opción más prudente fue esperar a que hubiera un poco más de afluencia. 
De manera muy sutil, Hidhawk -el proyecto unipersonal de Haydeé Jiménez- comenzó su set, sentada en el piso, escondida detrás de la maleza que creaban los cables que le darían vida a las consolas de las artistas a seguir. 
Tras abrir la aplicación Moog Filtratron en sus dos iPads, Hidhawk tomó la canción que sonaba en la playlist y comenzó un meticuloso proceso de intervención quirúrgica, con el objetivo de crear un mutante. Las dos tablets funcionaban como las máquinas teletransportadoras en The Fly, y la canción pasaba de una a otra sin cesar, cada vez transformándose en algo irreconocible. Este enfoque, me recordó bastante a la obra de Yannick Franck, en especial lo que presenta en su disco Just Like a River (2019)
Hidhawk. Foto por Braulio Lam. 
Lamentablemente, a pesar de que había un número considerable de personas presentes, la mayoría se encontraban en la parte de afuera (lo cual fue una constante durante todo el evento), conversando sin tomar en cuenta que su bullicio se traspasaba al espacio donde la música sonaba; y, tratándose del set más discreto, las risas y murmullos afectaban la inmersión, aunque si uno lograba concentrarse en ver cómo Hidhawk trabajaba minuciosamente para darle un nuevo rostro a una pieza ajena, la imprudencia de los presentes no presentes eventualmente pasaba a segundo plano. 

Se trató de un set bastante entretenido en el que el procedimiento era más importante que el resultado -muy en línea con el espíritu original de la música experimental- sin embargo, cada una de las vertientes en las que desembocaba todo este proceso era igual de interesante; con las diferentes formas que fue tomando la pieza original a lo largo del set, Hidhawk escribió un excelente preludio para esta ceremonia aural.
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II. Biografía de una nota musical
Cuando finalizó el set de Haydeé, salí por un cigarro. En mi camino al pasillo, pude notar que ya había más gente, lo que explicaba por qué el maldito calor había aumentado. Sin embargo, a pesar de mi aversión por las multitudes, los climas cálidos y la secreción de las glándulas sudoríparas (propias y del prójimo), me dio gusto ver que el evento estuviera teniendo éxito. 
Mientras se llevaba a cabo un poco de convivencia, Kali Malone se acercó al ingeniero para hacerle saber que ya iba a comenzar. 
Este set fue el más constante en cuanto al número de audiencia, pero también se vio contaminado por el ruido de la gran cantidad de gente que decidió quedarse afuera. 

Oriunda de Denver, pero residiendo en Suecia actualmente, Malone ahora se encontraba frente a nosotros, encorvada ante su setup con el cabello cubriendo su rostro. Una nota comenzó a sonar en diferentes registros y el choque de sus frecuencias creaba tonalidades rasposas, levemente distorsionadas. Este drone se extendió durante varios minutos, cada vez embelleciéndose con sutiles manifestaciones tímbricas que le daban dinamismo. Daba la impresión de ser una nota recién nacida y se encontraba tratando de palpar sus alrededores para reconocer su entorno. Progresivamente se iban incorporando más y más detalles, pero sin perder la línea; diferentes oscilaciones hacían que este incorpóreo ser fuese cobrando madurez, cada vez manifestando más y más texturas hasta alcanzar el punto más alto de su desarrollo: un estruendoso rugido que se extendió por lo que pareció ser una eternidad, con la aspereza de una sierra cortando entre madera para crear una hermosa escultura. 
Por momentos, se hizo presente una nueva tonalidad, creando disonancia y aquí fue cuando la tensión se presentó. 
Desde el inicio del set se podía intuir que se trataría de una pieza que gradualmente iría incrementando en intensidad, pero la genialidad de la artista radicó en cómo jugó con esta expectativa, tomándose su tiempo, colocando detalles y retirándolos, haciéndole creer al público que el crescendo se haría presente en cualquier segundo, pero este no llegaba. 

Todo fue tan paulatino que el crescendo llegó discretamente y cuando apenas pudimos asimilarlo, Kali lo fue minimizando retirando cada uno de los elementos que le hicieron compañía a este tono durante su travesía por el caluroso espacio de Nett Nett y se rehusó a dejarlo morir prematuramente. La artista no soltó ningún botón hasta que la última vibración se detuvo. 
Kali Malone. Foto por Braulio Lam.
Kali manipuló el tiempo-espacio para mostrarnos cómo nace el sonido y cómo va decayendo. Este drone nació, creció, se reprodujo y falleció ante nuestros ojos y oídos, de manera espectacular. 

Para los que estábamos familiarizados con Puce Mary, sabíamos que lo que estaba por venir sería una experiencia totalmente contrastante con lo que acabábamos de presenciar.
Sobra decir que las expectativas eran bastante altas y la tensión era proporcional al calor que, a este punto de la velada, ya se había tornado extremo.
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III. Hil dig Maria, fuld af nåde...
Sentada en las escaleras que apuntaban a la calle, alejada de todo el tumulto y el ambiente sofocado, una solitaria Frederikke Hoffmeier fumaba un cigarrillo, con un semblante que, aunque se mostraba sereno, dejaba entrever cierta tosquedad. Pareciera que su porte es un reflejo fiel de la naturaleza contrastante de sus composiciones y su performance.

Con casi una década de carrera bajo el nombre de Puce Mary, Frederikke ha encontrado su nicho entre los fans del noise, power electronics y del dark ambient tanto por sus obras como por sus presentaciones en vivo, las cuales son intensas, abrasivas y viscerales. Su exploración de lo extremo y lo violento utilizando el sonido como herramienta, le ha valido comparaciones con artistas como Pharmakon (quien está por completar su nueva placa) pero la manera en que Puce Mary combina diferentes elementos con estos géneros ha resultado en una voz propia y totalmente reconocible. 

Pasaron varios minutos para que la artista danesa asumiera su posición detrás del enmarañado setup sobre la mesa que separaba al público de las artistas. 

Esta barrera no había sido cruzada hasta ahora. 
Puce Mary. Foto por Braulio Lam. 
Después de unos minutos de acomodo técnico, los primeros segundos de "Dissolve" comenzaron a sonar. El tema evolucionó de una manera casi similar a como lo hace en el disco, e inmediatamente el cuarto comenzó a llenarse. La parte más violenta del ritual había comenzado. 

Hoffmeier presentó un set fluido y sin pausas, el cual gradualmente se iba tornando más y más tenso y apelmazado. A diferencia de Kali Malone, Puce Mary no trabaja con repeticiones o duraciones extendidas; sus obras son estruendosos collages que sobreponen elementos, uno sobre otro, hasta lograr densas capas de ruidosa estática; dependiendo de la temática a tratar, estas piezas pueden poseer un moderado nivel de intensidad o ser exageradamente fulminantes. 
La violencia sonora se yuxtapone a la serenidad que proviene del temple de la artista, quien -con los ojos cerrados- se deja envolver por sus propias creaciones, llevándonos con ella a su abismo, del cual es bastante difícil escapar. Las texturas sonoras logradas están tan bien confeccionadas que no hay razón por la cual querer huir; por otro lado, aunque así lo quisieras, las vibraciones resultan demasiado hipnóticas que no te lo permitirían.

La primer mitad de la presentación vio a Frederikke callada, tras su consola emanando caos cada que sus dedos hacían contacto con su equipo, como una contraparte femenina y decadente del Rey Midas. Cuando sus manos tomaron el micrófono, toda esa violencia dejó de ser meramente aural y se volvió carnal. La figura que se encontraba contenida, atrapada dentro del sonido había cruzado el portal y ahora estaba frente al público, con una mirada fría, analizando a la multitud, esperando el momento preciso para atacar. 
Sin soltar el micrófono y sin dirección aparente, Puce se dejó ir hacia el público. Regresó al frente y esta vez, se lanzó con frenesí, tomando del cuello a un miembro de la audiencia llevándolo con ella sin quitarle la mirada de encima. Esto sucedió una segunda vez con una persona diferente y acto seguido, Puce Mary estaba de vuelta en sus confines. 

A raíz de esta confrontación, muchas personas optaron por retirarse y eso no fue tan malo. Al final se quedaron los que ya sabían qué esperar. 
Todo el poder del noise erradicó el bullicio externo logrando aislar esa pequeña habitación en una especie de oasis infernal y de manera abrupta, el set llegó a su fin, con una tímida reverencia entre aplausos y sudor. 
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El experimentar un evento como este, sólo sirvió para remarcar cómo es que muchos proyectos deciden entrar al juego en el modo fácil, haciendo canciones acarameladas y envueltas en un lindo empaque con colores pastel. Es obvio que la meta de muchas bandas es apelar al mayor número de público que les sea posible para poder (sobre)vivir de su trabajo como músicos, pero con la sobresaturación de bandas que se ha dado en estos últimos años, es difícil discernir entre quiénes son sinceros y quiénes sólo quieren pegar; el problema, es que al final, sea cual sea su intensión, todos terminan sonando igual de complacientes -tan wholesome- y por esta razón, estos proyectos parecieran gozar de cierta inmunidad -como si tuvieran un campo de fuerza color rosita-, que los protege de cualquier tipo de crítica (por más objetiva que sea), ya que es vista con la misma indignación con la que se ve a alguien maltratar a un cachorrito. 
¿Opinas que Ramona, dentro de toda su genialidad para componer, está reciclando el mismo sentimiento una y otra vez porque les funciona? ¡Eres un hater! ¿Por qué habrías de odiar a Ramona si tocan re-bonito? 
¿Te es difícil identificarte con la obra de Policías y Ladrones o Parque de Cometas, pues sientes que no hay algo substancial dentro de sus lindas melodías? Oh, es que no sabes nada de la historia de la música independiente; estas bandas están trayendo de vuelta el espíritu del college rock con toques de shoegaze y krautrock. ¡Seguramente pensabas que NEU! era una marca de ropa!  

Con esto no se pretende dar a entender que la calidad de una banda sólo sea proporcional a su nivel de experimentación sonora, pero a pesar de que proyectos como los que se presentaron esta noche nunca tendrán el mismo nivel de aceptación que Julia Holter o Las Ligas Menores, se mantienen fieles a su esencia sin dejarse derrotar. Es por eso que el apoyo a este tipo de eventos es de suma importancia, pues apuestan por la otra cara de la música alternativa. Apuestan por ese rostro que no siempre te muestra lo que quieres ver, o que no sabías que ibas a necesitar ser golpeado en el rostro y terminar con los oídos sangrando para verlo de una manera diferente. 

Esperamos que el Borderlandnoise Fest sea todo un éxito y ahí estaremos presentes para apoyar.

g.n.h.

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