Reseña: Ale Hop - Apophenia

Ale Hop
SCORE: 7 Nyctibius bracteatus de 10
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Ale Hop comparte un álbum bastante sofisticado, que cruza fronteras entre lo sutil, lo estridente, lo amorfo y lo familiar a través de excelentes transiciones que hacen fluir de manera coherente a cada una de sus piezas, logrando entrelazar y fusionar diferentes ramificaciones de la música experimental.
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Basta con ver videos de sus presentaciones para darse cuenta de lo tanto que Alejandra Cárdenas (Ale Hop) se difumina entre sus obras. Se le puede apreciar con un micrófono en mano, pero lo que se alcanza a percibir cuando este se acerca a su boca no es algo que simule una voz. La guitarra que utiliza rara vez emite sonidos que se puedan asociar con el instrumento. Todo lo que la compositora peruana emana de su ser está altamente deformado y procesado pero no se siente que lo utilice como una barrera entre ella y el público. Hay una tímida, pero constante, invitación a acompañarla durante todo su performance, aunque su vista rara vez se despegue de sus herramientas de trabajo. 

Oriunda de la capital peruana, Hop encuentra su madurez en Berlín y cuenta con un extenso currículo que data de diferentes actividades que van desde la programación, composición musical e investigación. En el inicio de su carrera musical, su sonido se inclinaba hacia el pop, pero no necesariamente se trataba de un bubble gum pop o que siquiera se acercase a la famosa estética del pop chileno, era un pop abstracto y que en ocasiones irrumpía en el drone y noise-rock. La clasificación no quedaba muy clara, pero lo que sí resultaba obvio, era que Alejandra contaba con cualidades experimentales que esperaban pacientemente por ser explotadas. 
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Su penúltimo lanzamiento, Bodiless (2018), ve la luz gracias a Buh Recordsfue el primer intento de desatar esa inquietud por incurrir en territorios experimentales. Tenía ritmo e, irónicamente, no se sentía del todo incorpóreo, pero no lograba crear algún lazo que uniera a las canciones; empezaba una, se disfrutaba y se pasaba a la siguiente sin problemas, pero siempre con esa sensación de ya estar escuchando algo diferente. Incluso, estéticamente, el álbum pasaba de ser completamente obtuso y sombrío, a tener tintes de ese pop deconstruido que Alejandra manejaba anteriormente, a piezas estilo Autechre. Las técnicas iban desde el uso de loops, beats programados, guitarra preparada, grabaciones de campo, palabra hablada, cantos, entre otros y resultaba abrumador -aunque interesante- ser bombardeados con todos esos elementos; daba la impresión de que, sin reserva alguna, la compositora pretendía demostrarnos todo lo que había aprendido sobre manipulación sonora.
Ahora, Ale Hop comparte un álbum bastante sofisticado, que cruza fronteras entre lo sutil, lo estridente, lo amorfo y lo familiar a través de excelentes transiciones que hacen fluir de manera coherente a cada una de sus piezas, logrando entrelazar y fusionar diferentes ramificaciones de la música experimental. 

Alejandra siempre ha contado con un setup bastante modesto -guitarra, micrófono, pedales y consola- y es interesante cómo ha aprendido a sacarle provecho a estos recursos. Las contexturas sonoras que se logran son equiparables a lo que artistas rodeados de una multitud de sintetizadores pueden llegar a crear. Hay muchos detalles generados de manera análoga y rudimentaria, como simples golpes y raspones a las cuerdas de la guitarra le dan cuerpo y presencia a muchos de los tracks

Apophenia avanza gradualmente, creando pequeños clímax que se distribuyen de manera estratégica a lo largo de su duración, por lo que no se puede considerar que haya momentos donde el ritmo decaiga o se vuelva pesado. Las canciones tienen una vida corta pero su esencia persiste; estas llegan a una conclusión definitiva, pero de alguna manera, Ale logra mantener todo conectado en una fantasmal secuencia, dotándolo de una cualidad infinita. No se trata de una obra cíclica, pero sí de una que está destinada a estar en eterno movimiento. Más que un uroboros, es como la viborita de los celulares de antaño. 

El tema más largo del álbum lleva por nombre "Lima" y se puede interpretar como un tributo a su tierra natal, lo cual indica que a pesar de las pesadas y nebulosas capas por las que hay que aventurarse, existe un núcleo emocional que mantiene el pulso de esta placa. Las grabaciones de campo están un poco menos disfrazadas en este corte; se alcanzan a distinguir risas y lluvia, pero la artista evita desviarse y caer en esos clichés pluviales (si es que tal cosa existe) de los que muchos artistas ambient pecan. Esta grabación de lluvia no toma protagonismo ni está acompañada de un dulce acorde sostenido, simplemente se trata de un elemento más que funciona para complementar el volumen de la pieza.

"Puñales" es el merecido descanso al haber llegado a la cima; las pesadas nubes se han disipado e incluso nos acompaña el cantar de algunas aves. Así me imagino que debe sentirse llegar a Machu Picchu después de todo el tortuoso recorrido
Nos encontramos en territorio familiar y una guitarra que por fin suena a una guitarra marca un ritmo que es fácil de seguir, en un track que tiene tintes de un western por ese reverberado de corta duración, pero es un western mutante. Se puede comparar con ese sonido que distinguió a Godspeed circa f#a# o algo que Labradford pudo haber hecho en sus inicios. Cuando este corte llega a su final, el track titular nos jala de nuevo a un estado de vértigo y desorientación. El contraste es fuerte al igual que su impacto. 

La única instancia en que, probablemente, Apophenia pueda perdernos es en "Side Effects", pues tiene un aura muy similar a "To Possess Is to Be In Control" por la noiser danesa Puce Mary. La manera en que Ale recita sus palabras rodeada de todas esas tétricas texturas resulta muy parecida a cómo Hoffmeier se desenvuelve en su propia pieza y es inevitable no hacer la comparación, lo cual puede sacar al escucha del estado meditativo que esta placa evoca. Afortunadamente, a pesar de la similitud estética con la pieza de Puce, en cuanto a composición, estructura y propósito, las diferencias son más que suficientes y al tratarse de algo que no vuelve a suceder, no es difícil perdonar ese ligero faux pas

Pasar de un set para Boiler Room no muy bien recibido por el público (basta ver los comentarios y la dispersión de la audiencia en el video), a ser considerada por Julia Holter como una artista con un futuro prometedor, permite ver que ha habido un crecimiento bastante notable y Apophenia es la delta donde desemboca toda esta madurez que se ha ido acumulando con el tiempo. Posiblemente haya quienes extrañen las placas menos escurridizas como La Guerra Invisible (2014) o Pangea (2015) pues, si bien hay elementos que se sacrificaron debido a esta evolución musical ("All the Beats Must Die" sigue siendo un súper tema con su pesada guitarra  e hipnóticos ritmos tribales) es posible que estos regresen más pulidos y perfeccionados logrando que Ale Hop por fin llegue a su forma definitiva.
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g.n.h.

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